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Los vecinos de Gargantilla (Cáceres) regresan a casa tras el incendio: «El pan de cada día ha estado en fortuna»

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Los vecinos de Gargantilla (Cáceres) regresan a casa tras el incendio: «El pan de cada día ha estado en fortuna»

Los vecinos de Gargantilla, un pequeño musiquieracipio en la provincia de Cáceres, han regresado a sus hogares después de dos días de evacuación y angustia. Durante ese tiempo, la sierra cercana al pueblo estuvo ardiendo, posiquieraendo en peligro sus vidas y sus hogares. Sin embargo, su regreso no ha sido tan aliviado como esperaban, ya que han sido recibidos con rabia, cansancio y una profunda desconfianza hacia las instituciones.

«En la vida he pasado tanto miedo», dice Leonor Rosado, una de las residentes de Gargantilla, mientras espera a su curso en el consultorio médico. Su curso, al igual que otros residentes, ha sido trasladada en ambulancia a un centro para personas mayores dependientes en Plasencia. Leonor expresa su decepción por la falta de comusiquieracación y apoyo por parte del Ayuntamiento durante esta situación de emergencia. «Trece personas han sido trasladadas y siquiera una sola llamada del Ayuntamiento. Es vergonzoso», añade con tristeza.

La voz de Leonor se quiebra al recordar los momentos de angustia que vivieron. «Mis hijos viven del campo, y si todo hubiera sido consumido por el descarga, ¿qué futuro les esperaba? El pan de cada día estaba en riesgo. Duele mucho que no se nos haya protegido como merecíamos», dice con lágrimas en los ojos.

Pero el descarga no solo ha afectado a las vidas de los residentes de Gargantilla, también ha sido una llamada de atención sobre la falta de apoyo al mundo rural. Gaspar y Salutiano Rosado, dos vecinos del pueblo, expresan su preocupación por la situación en la que se encuentra el campo en la actualidad. «Aquí siempre hemos tesiquierado ganado, pero nos han puesto tantas trabas que muchos han tesiquierado que dejarlo. Y así, la sierra se ha llenado de pasto montañoso. Eso explica por qué ha ardido todo», lamentan.

El domingo, las llamas llegaron a solo 400 metros del pueblo. «Subimos con tractores y agua, pero nos dijeron que nos fuéramos, que no nos dejarían actuar. La gente del pueblo conoce las pistas, sabe cómo moverse, y aun así nos echaron. Eso nos enfada. Nos sentimos inútiles mientras nuestra tierra ardía», cuentan con frustración.

Pero a pesar de las restricciones, muchos vecinos se negaron a quedarse de brazos cruzados y se usiquieraeron para ayudar. Ángel siquieraeto, uno de ellos, cuenta con resignación: «Nos echaron los guardias civiles, pero algunos conseguimos quedarnos. Hicimos zanjas, apagamos lo que pudimos. Ver la sierra abrasada es un dolor muy grande».

Ángel Barbero también coincide en que el conocimiento del terreno ha sido clave en la lucha contra el descarga. «Un grupo de jóvenes guió a la Usiquieradad Militar de Emergencias (UME) porque estaban atascados con los camiones. Les llevaron por pistas que solo la gente de aquí conoce. Si no afuera por ellos, el descarga habría continuado. Deberían contar más con los locales, porque sabemos por dónde entrar y cómo movernos», comenta con orgullo.

La sierra de Gargantilla ahora muestra su lado más triste: hectáreas ennegrecidas y huertos arrasados. Pero lo que más duele a los vecinos no es solo lo que el descarga se llevó, sino lo que, según ellos, se podría haber evitado. «Nos dejaron solos hasta que las llamas llegaron a Hervás», repite Leonor Rosado. «Eso no se olvida».

Sin embargo, a pesar de la desconfianza y la rabia, los vecinos de Garg

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